Eurico,_rey_de_los_Visigodos_(Museo_del_Prado)

El teatro como recurso para la enseñanza ética: el caso de la adaptación del Eurico de Alexandre Herculano

En el ensayo Gothing Theory and Aesthetics. Transdisciplinary Landscape in Film, Theatre, Architecture and literature (Caleidoscopio, 2020), la dramaturga portuguesa Graça P. Correa, entre otras muchas cuestiones interesantes, nos desgrana, la adaptación al teatro del clásico del escritor y político Portugués Alexandre Herculano (Lisboa 1810-Santarém 1877) Eurico, una obra representativa de la literatura gótica  portuguesa.

La novela, un clásico de la exaltación romántica con todos sus aderezos posibles, narra la historia del noble guerrero godo Eurico durante el comienzo de la invasión árabe de la península, acontecimiento que coincidió precisamente con el declive del dominio visigodo ibérico en el siglo VIII. Según comenta Correia, se trata de una obra de notable enjundia que podría dar para debatir toda una serie de elementos interesantes pero quizás que sean los más significativos aquellos de tintes políticos.

Precisamente, la idea que Herculano con la novela, según la dramaturga, tenía que ver con el hecho de intentar exaltar la conciencia del país en la época en la que él vivió, un período tumultuoso en el que el propio escritor debió exiliarle como consecuencia de su participación en agosto de 1831 en el pronunciamiento contra el gobierno absolutista del rey Miguel I de Portugal, y que le llevó a Inglaterra y a Francia hasta que en 1832 retornara de nuevo enrolado en la expedición de Pedro IV de Portugal.

Según sostiene Correia, Herculano, con su Eurico, pretende evidenciar la crisis de valores que ha impregnado  la clase dominante del país, ejemplarizando de alguna manera todos aquellos principios que defendía el valeroso guerrero godo, alejados de la corrupción y de la falta de autosuficiencia y autonomía de la nación portuguesa de su tiempo. Muy al contrario, el autor ensalza toda una serie actitudes que podríamos tildar como premodernas en términos de honor, coraje, amor y ética, atributos muy alejados de la obsesión por el dinero y el poder con fuertes raíces en el mundo occidental de la modernidad.

Correia apunta que, en 2011, dirigió la adaptación de la novela al espectáculo teatral en una obra titulada A Paixao Segundo Eurico , presentado en el Teatro Nacional de Lisboa el 29 de junio de 2012.

Con el proyecto, parido por un equipo multidisciplinar del gremio,  la intención perseguida tenía varios objetivos.

En primero lugar, transformar una obra narrativa extensa y barroca, propia del género romántico y de las más sobresalientes de la literatura lusa en una representación física concisa que pudiera llegar a un mayor número de personas, además simplificando la puesta en escena de una manera notable.

En ese sentido fue necesario realizar un importante proceso de adaptación del guion dada la profunda variedad de personajes masculinos que pueblan la obra original en acciones dirigidas por solamente tres mujeres, a las que además se les dejaba abierta la puerta a la improvisación aunque dentro de unos cánones cerrados. No obstante, se mantuvieron elementos y mensajes claves en el guion recogidas literalmente de las ideas de Herculano, como es el caso de este párrafo incluido en un capítulo titulado “El Estado de la Nación”:

Este espeluznante espectáculo de una nación-cadáver.

Una generación degradada pasa por encima de los restos de los valientes: los humanos

 sin fe, blasfemos o hipócritas, suceden a los héroes

quien dio al género humano su grandeza moral.

Hace mucho tiempo, los príncipes del pueblo eran los capitanes de los ejércitos:

La espada de los reyes fue la primera en teñirse con la sangre de los enemigos.

Hace mucho tiempo, el juez era el padre de los oprimidos, el tribunal era

refugio para los inocentes, y la justicia se mantuvo como el nervio del gótico

Imperio.

Hoy, en el palacio de gobierno, solo podemos escuchar el fuerte estruendo

de fiestas

Hoy, la rapacidad ha ocupado el lugar de la igualdad: el juez ha vendido su

conciencia en el mercado de los poderosos.

Oprimido por todo tipo de violencia, el pueblo ya no cree en

su patria: habiéndose vuelto indiferente y cobarde, sacrifica

su existencia colectiva a la tranquila paz doméstica de sus

viviendas individuales.

¿En el corazón de quién persiste la virtud y la voluntad en esta tierra?

la libertad se ha convertido en una palabra de mentira

y mi alma mira a esta generación vana y vil, que cree

en ella misma para ser grande y fuerte, porque sin ningún temor derrama la

sangre de sus hermanas y hermanos en disputas civiles.

Eurico es mi nombre

 

Precisamente, en la lectura atemporal del párrafo anterior, con cercanas aproximaciones al contexto político occidental y de la vieja Europa de los tiempos actuales, está la clave de otro de los objetivos de la obra: narrar las implicaciones ético-políticas del anhelo de Herculano por constituir un distintivo comunitario de “portuguismo” de acuerdo con sus valores, y transmitirlos a una audiencia especialmente sensible en aquellos momentos dada la brutal crisis financiera y social que estaba sufriendo el país y toda Europa en su conjunto.

Con ello se pretendía provocar una reflexión general en la audiencia justamente en los momentos más críticos para el país, introduciendo una necesidad de regeneración que empezase por cambios individuales en la escala de valores, una especie de vuelta a los orígenes como establecía Herculano.

Claramente fue una apuesta arriesgada pero satisfactoria según comenta la autora, ya que tal y como asevera Correia,  no hay mejor forma para trabajar la ética que el teatro puesto que es un arte que relaciona la creación individual y el trabajo colectivo, algo que permite cotejar elecciones éticas personales diversas (presentadas por el  equipo responsable de las obras, un grupo diverso de profesionales) con efectos políticos trascendentes (dada la audiencia que escucha). El teatro es quizás, a ojo de Correia, más que ningún otro arte, una llave y un terreno fértil para trabajar este tipo de cuestiones.

 

Adrián Tejeda Cano.

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