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Sobre el amor

Hay muchos conceptos que asociamos al  eterno sentimiento que denominamos amor.

Para algunos, es simplemente bioquímica, una respuesta hormonal ante un estímulo que nos atrae, que nos apasiona, que nos hace perder el sentido de lo que está bien y de lo que está mal, nos obliga a cruzar fronteras inimaginables, en definitiva, a “morir de amor”. Esta visión es, y que me perdonen los racionalistas más radicales, muy pobre. Bien es cierto que la maquinaria que produce tal extraño e ingobernable fenómeno es material (como todo lo que somos nosotros en una parte), pero ¿qué es lo que hace que nos comportemos con ese frenesí tan intenso?, ¿por qué interpretamos la vida como una experiencia límite cuando “amamos de verdad”? no hay una respuesta ante estos enigmas porque esos temas profundos que nos hacen ser lo que somos (Hombres al fin y al cabo) no son predecibles, no están sujetos a los dictados de la razón pura, es algo mucho más complejo, próximo a lo irracional, una parte más de su manifestación más plausible como son la fe en Dios o el propio miedo tal y como asevera el maestro Sabato.

Heidegger definía al amor, el Eros, como una experiencia definitiva promovida por una magnitud vectorial desconocida cuya fuerza nos arrostra por  un camino de transición  hacia fuera de la esfera de nuestro yo más próximo.

El amor es, en ese sentido, una especie de mecanismo de arrastre  que nos va conduciendo por las diferentes estaciones de la vida, todas repletas de muertes como dría Rilke, pero también de renacimientos.

Precisamente, es el poeta el que mejor acuña el concepto del amante que necesita el amor para poder trascender en su periplo vital, aunque en su caso, su figura donjuanesca le impedía parar en alguna estación para poder disfrutar del ansiado deseo que le incentivaba la amante de turno. Tan pronto la alcanzaba, tan pronto la superaba puesto que en su forma de ver la vida, el amor era algo así como un instrumento que le iba llevando hacia adelante. Toda una paradoja: Rilke era el amante que no sabía o no quería amar como se ama cuando el fin no es el medio en sí mismo.

Está claro que el amor es un asunto muy controvertido y sujeto a múltiples interpretaciones, pero en cualquier caso, uno de los motivos por los que vale la pena haber venido a este mundo tan repleto de contrariedades, ya que vivir el amor es llenarse de vida y de muerte, las dos caras de la moneda de eso que llamamos Existencia.

 

Adrián Tejeda Cano

 

Fotografía: El Eros Farnesio, estatua del tipo Centocelle (Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, inv. 6335). fuente: wikipedia.

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