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Sombras da Raia, de Nuno Franco Pires

Decía el poeta Rainer María Rilke algo así como que el escritor debe mirarse en sí mismo, en su interior, y sobre esa experiencia vital (siempre rica) debe de nacer su obra. Así, lo que se escribe se convierte en un testimonio que naciendo de lo concreto pasa a ser universal, eterno. Esa es la manera de poder atraer la atención del lector (si tenemos pretensión de eso, claro), llevando al que lo lee a conectar con lo narrado puesto que lo hace literalmente suyo.

La capacidad de acometer todo esto  es una de las cualidades que, en mi humilde opinión, debe tener cualquier persona que presuma de ser un escritor, o mejor dicho, de un verdadero contador de historias que es como se define el elvense Nuno Franco Pires.

Para un servidor,  leer “Sombras da Raia” su última novela (hay que recordar que le preceden otras dos, “Um día a aldeia acabou” y “Searas ao vento” ), es afirmar dicho axioma fundamental. Realmente considero que adentrarme en las historias que allí se cuentan ha sido todo un regalo que me ha permitido reafirmar mi propia identidad, hecho necesario para tomar impulso en esto que se llama vida.

Y es que todos los aquí presentes somos hijos de una misma tierra moldeada por el paso de un tiempo que nos ha mirado a todos de la misma manera, la que nos muestra Franco Pires, un hecho circunstancial y fortuito podríamos decir pero que hace que nuestros corazones y pensamientos conecten en una especie de identidad común trazada con maestría por el autor que venimos a acompañar.

Dicha realidad que considero mi patria no es otra que la de  la raya o raia, el contorno  nacido de los caprichos geográficos y políticos definidos por el arbitrio del Hombre para separar a dos naciones hermanas (España y Portugal, Portugal y España), pero que lejos de servir para eso, lo que ha conseguido es justamente lo contrario. Nuestra frontera es quizás el lugar de proximidad más cálido que exista en la vieja Europa y todo ello deriva de un contexto cultural singular, mestizo pero a la vez con respeto a la diferencia específica, plural, enormemente rico que respiramos a diario los que tenemos la suerte de habitar por estos lares.

En mi modesto entender, la insigne aportación que hace Sombras da Raia a este mundo de la literatura  está justamente ahí,  en contribuir a  la cristalización de esa idea general en la que yo, al igual que Nuno, también creo: en la existencia de una identidad que nos aproxima a todos los rayanos  y que viene respaldada por una cultura y una historia compartida, con encuentros y desencuentros como ocurre en todas las familias de bien.

Precisamente es en dicho círculo reducido de las interacciones humanas donde se vertebra el hilo argumental de la obra.

Sombras da raia comienza con un éxodo, el drama  de la huida provocado por la sinrazón del cainismo de un pueblo. Todo comienza en agosto del año 1936: Badajoz está sometido a la barbarie de la guerra. El fuego y la sangre corren por las calles del centro de la ciudad. Cerca viven Juan, Mercedes y sus dos hijos. El terror a perder la vida  les impulsa a  escapar, no hay otra opción que marcharse.

Como tantos otros compatriotas cruza la frontera en busca de una seguridad y de un próspero porvenir. Encuentran refugio en casa de unos hacendarios cerca de Elvas. Allí se instalan, intentan continuar viviendo y que sus hijos lo hagan fuera del ambiente beligerante de su ciudad y de su país: no piden mucho más que eso. Pero un acontecimiento inesperado separa a la familia de exiliados.

A partir de ahí surge una trama de búsquedas y de encuentros, de preguntas y de respuestas a resolver que tienen que ver mucho con la condición humana repleta de abismo pero también de esperanzas y de ilusiones.

Hasta ahí la lectura de las cuestiones existenciales que uno puede encontrar en las páginas del libro, aquellas que son independientes del  punto geográfico en el que se desencadene la trama.

Pero tal y como hemos apuntado antes, la lectura de “sombras da raia” va más allá. En la novela, Nuno describe con una gran maestría y rigor histórico-cultural el contexto de una época y un lugar que a pesar de la frontera, es en muchos aspectos transversal tal y como se puede apreciar en los minuciosos detales referidos a aspectos cotidianos del día a día.

Resulta especialmente significativo la cuestión del relato social de la época que se nos presenta, tan familiar para un lector español donde en los entornos rurales portugueses también gobernó  un modelo jerárquico feudal que ya describieron autores españoles como Cela en “La familia de Pascual Duarte” o Delibes en “Los Santos Inocentes”. De todo esto, podemos deducir que dicho contexto oscuro en donde la ley natural forjó un mundo rural donde la servidumbre marcaba los estratos de la sociedad, no fue un hecho aislado de nuestro país sino una cuestión ibérica.

Sorprende igualmente el rigor en cuanto los detalles aportados sobre los lugares y sitios que se suceden, lo cual toca el alma del lector que también tiene en su haber historias paralelas transcurridas en esos mismas plazas y calles citadas, con sus monumentos e incluso casas que aparecen tanto en el tiempo presente como aquel que nos lleva los años del éxodo.

Entre otras singularidades, Franco Pires se sumerge en la descripción de un símbolo para su Elvas natal, el de la fábrica de ciruelas ahora convertida en museo gracias entre otras cosas al impulso del autor, y de gran importancia histórica para el desarrollo socioeconómico de la comarca. Realmente, ese punto puede interpretarse como una especie de homenaje que Nuno hace a sus raíces elvenses, una manera de reivindicar la identidad de su pasado que venimos defendiendo aquí como nuestro.

En lo que respecta al estilo, hay que reseñar su calidez, su forma candorosa de ir mostrándonos lo que pretende con un lenguaje cercano pero certero, enseñarnos siempre con cuentagotas la información precisa para así no hacernos perder el interés por el desenlace.

En ese logro mucho tiene que ver, a mi juicio, el tratamiento del tiempo que Nuno establece: las narraciones, aparentemente inconexas y poco relacionadas entre sí, se superponen en un continuo devenir de hechos y acontecimientos que rompen la linealidad cronológica, un recurso que lejos de servir para distraer la atención del lector, hace de la novela mucho más amena (algo imprescindible cuando la cantidad de nombres propios y personajes es tan grande).

En resumidas cuentas, podemos afirmar que Sombras da Raia es un libro en el que vale la pena sumergirse porque el que lo hace, logra sentir un gozo entremezclado con saudade por verse a sí mismo trazado también bajo la pluma de su autor, Nuno Franco Pires, un verdadero contador de historias.

Adrián Tejeda Cano.

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