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La muerte en la literatura

El asunto de la muerte es un tema muy recurrente en el mundo de la literatura. Su consideración es sin duda distinta según sea el autor y la perspectiva que de ella tenga el mismo.
Los hay quienes juegan con ella, como es el caso de Juan Rulfo, mostrándola con absoluta naturalidad siendo una parte más de la propia existencia. Incluso a veces se la llega a confundir con la misma vida: acaso sea este hecho la reminiscencia de una cultura telúrica que el escritor llevaba arraigada muy dentro de sí. Pensemos en su novela “Pedro Páramo”, por ejemplo, donde sus personajes están muertos aunque repletos de una vitalidad que más quisieran muchos vivos.
Hay otros autores para los que la muerte no es única sino que hay muchas, todas habitando dentro de cada individuo: hablamos de Rilke, claro. Para el poeta de las Elegías de Duino la muerte se encuentra en el centro de la existencia y la vida se despliega como si fueran ondas de agua en un estanque alejándose del centro. Rilke, además, diferencia entre dos tipos de muerte; la que es buena, que el ser humano debe aceptar como una parte más de la vida y otra que es mala, la que irrumpe arrancándonos de la vida. Para Rilke, quien es capaz de reconciliarse con la muerte, es capaz de vivir en plenitud.
Luego existen otros literatos como es el caso de Canetti que odian a la muerte y que sienten pavor ante ella. Su experiencia personal, tras ser testigo de la pérdida repentina de su padre siendo él un niño, le condicionó la vida. Tan es así, que trabajó intensamente muchos años con la intención de “vencerla”. Desde ese punto de vista, entre sus proyectos literarios orbitó la idea de escribir un libro contra la muerte, un ensayo al estilo de «Masa y Poder», que nunca llegó a concretar (se conservan apuntes y comentarios).
Una anécdota: se cuenta que Canetti se quedaba absorto ante las fotografías de las máscaras funerarias (los libros sobre este asunto estaban de moda en la época). No es de extrañar (aunque yo no lo he leído por ahí) que esa extraña afición le ayudara a enarbolar su teoría sobre las máscaras (identidades) y la metamorfosis, de lo cual ya he hablado en alguna ocasión.

Adrián Tejeda Cano.

Fotografía: Duelo de Juan Larra en Deleitosa (1959), de Eugene Smith, incluida en su colección «Spanish Village». Dicha fotografía está expuesta en el Museo Iberoamericano de Arte Contemporáneo (MEIAC) de Badajoz.
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